CAPTURING THE FRIEDMANS (2003, Andrew Jarecki) Capturing the Friedmans
A pesar del cierto engaño al que pueden inducir sus primeras imágenes –en las que se puede intuir un simple y superficial juego basado en la confrontación de filmaciones-, lo cierto es que solo hay que adentrarse en un cierto grado de desarrollo, para comprobar que con CAPTURING THE FRIEDMANS (2003, Andrew Jarecki) nos encontramos ante un documental tan apasionante como aterrador. Un testimonio en el que confluyen diversos elementos de interés –pienso que algunos causales y otros premeditados-, que han posibilitado una de las radiografías más demoledoras que sobre el American Way of Life ha ofrecido la propia Norteamérica en los últimos tiempos. Como si se planteara una extraña mixtura entre la española EL DESENCANTO (1976, Jaime Chávarri), y la posterior LITTLE CHILDREN (Juegos secretos, 2006. Todd Field), el film de Andrew Jarecki se expresa a partir de la idea inicial del documentalista, de realizar un documento sobre el más conocido payaso a domicilio de New York; David Friedman –intención que finalmente llevó a cabo un año después-. Fue el hilo que permitió al realizador tirar de un ovillo de consecuencias francamente demoledoras, introduciéndose en un contexto de clase media-alta, y centrándonos en la familia encabezada por el reconocido profesor informático Andrew Friedman. Casado, con tres hijos, y caracterizado por una personalidad amable, mesurada E introvertida, A finales de la década de los ochenta y la noche a la mañana se verá acusado de pederastia por parte de varios de sus jóvenes alumnos, acusación que se verá extendida a su joven hijo Jesse, de apenas dieciocho años de edad. De la noche a la mañana emergerá la punta del iceberg de un auténtico infierno en un contexto familiar aparentemente idílico, que al mismo tiempo revelará la auténtica faz de esa en teoría ejemplar y pacífica sociedad de Great Nick. Un contexto en el que colectivamente no dudarán en crucificar con argumentos más o menos ortodoxos a los acusados, creando un contexto de histeria mezclado con afán de venganza inusitado. Serán esos los ejes que permitirá el surgimiento de dudosos testimonios, tácticas de investigación policial de cuestionable naturaleza, e incluso dictámenes judiciales cuanto menos ausentes de auténtico rigor. Un contexto que destrozará la familia Friedman, llevando a Andrew –que incurría en argumentos de haberse introducido en el rechazable sendero de la pederastia- a una larga condena, que finalmente le forzaría a un suicidio por sobredosis. Pero será en su hijo Jessie, donde se encontrará el elemento más doloroso del caso, al tener que cumplir 19 años de condena por unas acusaciones de las que posteriormente y de manera reiterada se confesaría inocente.
Como se puede comprobar, nos encontramos ante un cúmulo de situaciones que podrían haber fructificado en un conjunto tendencioso, moralista o, en su defecto, falsamente comprometido. El gran acierto, en este sentido, de CAPTURING THE FRIEDMANS reside a mi juicio en haber encontrado un extraño e incluso doloroso equilibrio en lo narrado, intentando aportar el máximo de testimonios y, con ellos, completando los distintos perfiles y miradas ante un hecho repulsivo en su misma esencia, pero sobre el cual es bastante probable se vertieran numerosos testimonios, prejuicios y detalles sin justificar. Jarecki se muestra implacable en su disección, alterna con punitivo rigor la descripción del hundimiento de la familia protagonista, con una mirada colectiva que sabe introducirse en los vericuetos de una sociedad externamente ligada al progreso, pero en el fondo dominada por fanatismos, prejuicios de todo tipo –entre los que uno de los menos esgrimidos pero más decisivos, es el antisemitismo aún latente en la sociedad norteamericana-, y que conserva bajo sus ropajes apacibles el sentimiento cainita y destructivo consustancial a la condición humana. Un contexto cruel y despiadado, que no evita que la película indague en los más oscuros y recónditos rincones del caso expuesto, pero que tampoco puede dejar de plasmar una mirada revestida de comprensión hacia la familia protagonista. En este sentido, que duda cabe que uno de los máximos hallazgos de la película lo suponen por un lado las filmaciones familiares que el patriarca conservaba y, sobre todo, las que el hijo primogénito David, fue realizando a partir de la acusación de su padre y hermano Jessie, tras comprarse una cámara de video, y que con pavorosa sinceridad nos muestran la rápida destrucción del frágil entramado en que se sustentaba el engranaje de una familia en teoría ejemplar.
Con la calculada ambigüedad de quien ofrece los elementos necesarios para que sea el espectador quien reflexiones en la intimidad de su pensamiento, Andrew Jarecki introduce los suficientes elementos de juicio como para dejar entrever una mirada que pone en tela de juicio los parámetros que definieron un proceso polémico y especialmente sensible de cara a la opinión pública, y al mismo tiempo hace extensiva su visión demoledora sobre la realidad de una sociedad norteamericana, que en el fondo se nos ofrece como el marco adecuado para que sujetos como la inefable Sarah Palin puedan erigirse como modelos de conducta.
Al contemplar con una casi imposible distancia CAPTURING THE FRIEDMANS –ya que como tal documental deviene un producto de subyugante atractivo-, me quedan varias cuestiones que probablemente jamás podré satisfacer. Una de ellas se ofrece en la pantalla con insistencia casi lacerante, y es la de intentar discernir lo que discurriría por la mente del principal acusado del caso, cuando en todas las imágenes que se extraen de las filmaciones de sus hijos, permiten describir a un hombre totalmente pasivo y sin personalidad o moral suficiente para hacer prevalecer su autoridad paterna. En este sentido, las discusiones que muestran las imágenes domésticas, nos permiten asistir no solo al derrumbamiento de una familia que quizá hasta entonces vivió –como tantas otras-, la ficción de una normalidad aparente, sino a la presencia de un hombre de mediana edad y hasta poco antes reconocido prestigio, absolutamente vencido por unas acusaciones que de manera parcial reconocería por escrito tiempo después, pero que en modo alguno se corresponden con las atrocidades por las que fue juzgado junto a su hijo ¿Incógnitas de un comportamiento psicótico o evidencia de un linchamiento colectivo? La película deja la respuesta en el aire –jamás se podrá saber a ciencia cierta-, pero no deja de provocarme un sentimiento de conmiseración la presencia de un hombre derrotado y vencido, por unas secuencias datadas en el tiempo pero de difícil contemplación por su elocuente sinceridad.
Y una cuestión final se plantea, aunque esta presumo sí que podremos responderla en un futuro más o menos cercano ¿El rigor, la valía y la fuerza de la película, corresponde a ciencia cierta a los méritos de Andrew Jarecki, o en realidad se sustenta a raíz de la habilidad al haber alcanzado una historia y unos materiales de base de insólita base y pertinencia? Hoy día francamente no podría inclinarme por una u otra vertiente. Como aficionado que más que en la política de autores –que los hay-, creo en las buenas y malas películas, prefiero admirar la valía, originalidad, rigor y atrevimiento de CAPTURING THE FRIEDMANS, antes que intentar buscar en ella la emergencia de un nuevo valor cinematográfico. Si el tiempo nos permite corroborarlo, bueno será para el cine USA, pero si así no sucediera, ello jamás podría invalidad lo logrado en esta película, incómoda y necesaria a partes iguales.
Calificación: 3’5
1 comentario
LU -
Por si te apetece leer mi entrada:
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